Un masaje en los pies favorecerá a que vuestro pequeño tenga una sensación de bienestar total. Tiene muchos beneficios, algunos a nivel físico/salud y otros a nivel emocional/vincular. Ayuda a reforzar las funciones respiratorias, circulatorias y gastrointestinal, en algunas ocasiones llega a evitar las incomodidades de los cólicos, gases y estreñimientos. En los pies se ubican los puntos reflejos que corresponden a órganos específicos. Ayuda a relajar y os permitirá comunicar afectividad desde lo no verbal. El ritual del masaje diario crea lazos de confianza y afecto.
Podemos decir que son todos beneficios para él, si bien es cierto que puede que en ocasiones no esté disponible para recibirlo y debemos respetarlo. Seguro que al día siguiente o al otro tendrá más disponibilidad, el masaje tiene que ser primero permitido por el receptor.
Tiene una duración y es el tiempo que conectéis con vuestro hijo, mientras haya emociones compartidas, en estos encuentros no existe el reloj. Seguramente algunos días será más largo y otros días más cortos, no importa mientras haya emoción y disfrute.
En cuanto a materiales el principal es el aceite corporal, preferiblemente aceite de almendras, un empapador, por si hay algún escape, una toalla y sobre todo muchas ganas de conectar. La posición del niño durante el masaje no debe ser necesariamente tumbado, puede estar echado (sobre la espalda o el abdomen) o también sentado. En ocasiones lo haréis sin desarrollar un ritual concreto de colocación, aceites, etc.
Comenzar calentado el aceite en vuestras manos mediante fricción, después acercárselas a la cara para que pueda percibir el olor del aceite.
El primer contacto debe ser colocar la palma sobre la piel del niño, para que sienta el calor que emana de esas manos por la fricción del aceite. Esto ayuda a que el pequeño se tranquilice. Para comunicaros con vuestro hijo, hablar de forma pausada y en bajito. Comenzar con los movimientos del masaje cuando notéis que el niño se relaja. Si notamos que el niño retira su pie para separarse de la presión, es que no le resulta agradable, en este caso se tiene que parar y probar un poco más tarde, realizando una presión más suave.
Aplicación:
· Coger un pie entre las palmas de sus manos. En una mano la planta del pie, la otra colocada sobre el dorso del mismo. Ahora gire al mismo tiempo ambas manos cada una en sentido contrario a la otra.
· Cerrar la mano formando un puño y pasarla primero suavemente para después ejercer un poco de presión sobre la planta del pie, arriba y abajo. Con esto se fortalece la bóveda del pie, se estimulan las zonas reflejas y el pie resulta bien irrigado.
· Mover vuestros dedos entre los dedos del pie del niño y jugar con ellos, apretándolos, estirándolos, acariciándolos etc.
· Colocar las manos con los pulgares sobre la planta del pie. Trazar círculos sobre toda la planta del mismo, primero suavemente, después con un poco de presión. Dibujar círculos grandes y pequeños con los pulgares.
· Efectuar varias veces un alisamiento de la planta del pie, haciendo una pinza con vuestros dedos pulgar e índice y deslizándolos desde el lateral del dedo pulgar hasta la parte interna del talón.
· Cuando haya realizado estos movimientos en cada pie, acabar el masaje levantando los dos pies, sujetarlos y trazar círculos alrededor de los tobillos interno y externo. Si no es posible hacerlo con las dos manos al mismo tiempo, hacerlo en uno con una mano y después en el otro.
Cada movimiento puede repetirse en torno a 4-5 veces.
Animaos a incorporar este espacio de tiempo y emoción con vuestro hijo, nunca es tarde para conectar a este nivel, seguro que ambos lo disfrutáis.