“El ambiente «habla» y nos transmite sensaciones, nos evoca recuerdos, nos da seguridad o nos inquieta, pero nunca nos deja indiferente”.
Tal y como Loris Malaguzzi lo definió, consideramos al espacio como el “Tercer educador”; de esta forma, en la escuela creamos ambientes que inviten al aprendizaje, la experimentación, la comunicación y la investigación, donde los niños y niñas desarrollan sus experiencias, exploran y se preguntan por el mundo que les rodea.
Damos al entorno la importancia que se merece, convirtiendo la escuela en un lugar donde los niños puedan circular con libertad y les ayude en su desarrollo.
“Deberíamos diseñar espacios para que los niños puedan experimentar, compartir, relacionarse, interactuar con los otros, sentir nuevas sensaciones y evocar otras. Espacios para hacer y deshacer, para crear, para descubrir, para adquirir nuevas habilidades, para aprender y también para equivocarse y donde todas las experiencias vividas sean de gran valor, ya que les acercan a la complejidad del mundo de los adultos y les ayudan en su propio proceso de crecimiento”. Cabanellas y Eslava (2005)