Mami tengo miedo
- by Grupo WorkandLife
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in Educacion infantil
¡Cuantas veces no llama un chaval desde que aprende a hablar hasta los 5 / 7 años a mamá y papá porque tiene miedo a la oscuridad, a los ruidos, a los lobos, a los monstruos, a quedarse solo, al personaje de terror de turno! .... la forma de calmarlos es fácil: reconocer su miedo, trasmitir que lo entendemos, explicarles que es algo que también le pasa a otros niños y personas, que con el tiempo se le pasará – con lo que damos un sentido de momento vital que tiene un final – y en el caso de las pesadillas, acompañarlo hasta que se duerma nuevamente. Los padres a menudo se preocupan por los miedos de sus hijos, preguntándose si son inducidos por alguna película o los cuentos de hadas de toda la vida; si tienen que ver con alguna experiencia negativa; si son o no normales, o si le pasa algo al chaval. Hacia los 3-4 años aparecen los miedos en los chicos y son parte de su proceso evolutivo; son normales y tienen una función estructurante para el psiquismo infantil: sirven para dar salida a las angustias propias del crecimiento que surgen cuando los chavales empiezan a tener sus propios enfrentamientos con sus referentes afectivos: sus papás.
Durante el primer año de vida y gran parte del segundo, los chavales son receptores pasivos – y es una necesidad vital del infante - de los besos, abrazos, caricias, cuidados, y también de otras decisiones paternas, la comida, el baño, el vestido, la hora de dormir. A medida que van creciendo, hacen un gran descubrimiento: la conquista de la marcha y del lenguaje supone también tener una cierta autonomía, pueden salir corriendo, pueden decir “no quiero”; se pueden enfrentar a sus grandes amores, y aparecen sentimientos encontrados, lo que se conoce como ambivalencia: Es la etapa del ¡NO! en la que los adultos son maravillosos si cumplen con sus deseos; y odiosos cuando se enfrentan con la voluntad del chaval. Por un lado sus padres son sus referentes afectivos más importantes y hay una gran necesidad de ser amados y aceptados por ellos; al mismo tiempo, se enfadan terriblemente con sus padres cuando se oponen a sus deseos. Cosa, que por otra parte, estos no tienen más remedio que hacer sin cesar: no metas el dedo en el enchufe, no te levantes de la mesa, esto no se dice, esto no se hace. Los chicos se debaten entre percepciones opuestas: los papás o son maravillosos o son odiosos. ¿Qué hacen con esos sentimientos encontrados? tener sueños terroríficos colocando sus sentimientos agresivos en personajes prototípicos: el lobo, el coco, los monstruos, permitiéndoles elaborarlos; es decir, simbolizarlos, manejarlos en imágenes y palabras, al modo en que funcionan los cuentos de hadas, que si los escuchamos bien, son como pesadillas terribles que tienen la peculiaridad que se puede hablar de ellas, se pueden compartir con los padres y otros chavales, se las puede escuchar una y otra vez sin peligro. Si lo pudieran expresar con palabras, los niños probablemente dirían de los cuentos de hadas, ¡uf esto no solo me pasa a mí, es algo universal, que alivio! Como por otra parte, los chavales de 3-4 años todavía no tienen una buena discriminación de lo que es fantasía y lo que es realidad – y las pesadillas son una fantasía – el contenido de las mismas puede aparecer en el día a día, en forma de miedo a quedarse solo, a la oscuridad, y a menudo también a situaciones nuevas que no pueden controlar.
Como consejo a los padres, lo más importante, mantener la tranquilidad; si mamá y papá no se angustian, respetan y reconocen mi miedo y pueden aceptar las irrupciones de mis fantasías, es más fácil que entre todos podamos esperar a que esta etapa de la infancia transcurra y desaparezca sin mayor complicación. En caso que los miedos perduren y lleguen a dificultar el día a día infantil: no poder salir al parque por miedo a los espacios abiertos, no poder disfrutar de campamentos, etc.; entonces es recomendable consultar con un especialista para ayudarle a solucionar aquello que ya no es evolutivo, sino que se ha convertido en una dificultad personal.
Freya Escarfullery
Psicóloga Escuelas Infantiles WorkandLife